martes, 2 de septiembre de 2008

Fantasía a raudales: princesitas y principitos.


No había nada en el frigorífico, así que me fui al restaurante chino más cercano a comprar algo de cena para mí y para mi pareja: ensalada china, dos rollitos, pollo al limón, fideos fritos con gambas, y pan de gambas (que acabamos tirando a la basura porque sabía a galletas cancerígenas).

El camarero chino me toma la nota y me dice que la comida estará en cinco minutos. me siento en una de esas mesas que dejan para la gente que espera para recoger la comida para llevar, que está llena de revistas del corazón. Cojo una al azar, ni siquiera tenía tapa, y supongo que no era de esta semana, incluso ni siquiera de este año, pero bien, me pongo a hojear.

Nada más empezar la revista, hay cinco o seis páginas dedicadas a María Carey, y a su nuevo apartamento, un triplex en pleno Manhattan, de más de 1.000 metros cuadrados, con suelo de parquet pintado a mano, y una enorme habitación más grande y más llena de vestidos que cualquier tienda de Zara, además de otra igualmente grande llena de miles de zapatos. Todo muy lujoso, lámparas brillantes, sofas coloridos... y un titular que decía algo así: si alguna vez alguien compra este apartamento debería ser una diva o no lo podría soportar. Estoy totalmente de acuerdo, el apartamento era horroroso, muy lujoso, pero horroroso. Me imaginaba allí un rato, y ya comenzaba a entrarme dolor de cabeza. A mí es que esos sietios me dan dolor de cabeza. supongo que es falta de costumbre.

He pasado un par de hojas... y salían páginas dedicadas a la entrega de los oscars... (si hay algún intrépido, seguramente lograría saber a que mes pertenecía la revista, yo no tengo ni idea de cuando se entregan los oscars...)

En todas esas fotos llenas de actrices, actores, y algún director... todos ellos muy glamurosos... he comenzado a ver algo que les unía... por un lado... los vestidos carísimos... como los que se podían ver en el enorme ropero de María Carey... por el otro el embadurnamiento de maquillaje, pero sobre todo... que en todos se respiraba un halo de principitos y princesitas de cuento fantástico.... Miraba las fotos y me parecía increíble... tanta belleza y tanta elegancia... tanta perfección... y en ese momento el camarero chino ha salido con las bolsitas de la comida llenas de grasa, y me ha devuelto a la realidad, he pagado 18 euros y le he dicho adios mirándole a los ojos. me ha sonreido, y yo a él, y aunque me he quedado con la duda de si su sonrisa era sincera o no, no me ha importado, porque llevaba la camisa por fuera y ningún atisbo de maquillaje.

Por fortuna, me seguí sintiendo un vulgar mortal.

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